viernes, octubre 27, 2006

...No hay camino hacia la libertad, la libertad es el camino...


Si existe rasgo fundamental que caracterice la izquierda es la defensa exacerbada de la igualdad, y es imposible equivocarse si planteamos como máxima expresión de este “igualitarismo”, la idea de la redistribución de la renta, este principio se apoya en una concepción de la justicia claramente marxista: de cada quien según sus posibilidades, a cada cual según sus necesidades. Por este motivo es que le gente debe sentirse obligada a ocultar las manifestaciones de las capacidades individuales, (dinero y ascenso social) debido al juicio al que es sometido en la sociedad. Este mecanismo aparentemente banal disimula un hecho fundamental: la aparición de grupos de presión que arguyen que el objetivo es que los pobres prosperen y que ellos son el centro de todas las políticas que el estado debate. El resultado es atroz: la redistribución de riquezas sólo contribuye a la ganancia de políticos oligarcas y burócratas entre otros.
Poder quitar del medio los mitos que se han creado a partir de las izquierdas es el objetivo fundamental: el socialismo es irracional, reaccionario y tiene muchas mas relaciones con el nazismo que lo que muchos creen.
Para defender nuestra postura comenzaremos citando a John Rawls, uno de los teóricos redistribucionistas más importantes del siglo XX, su aportación fue una Teoría de la justicia, para ello supuso que si los hombres actuaran bajo un “velo de ignorancia” en el que no conocieran sus talentos, ni sus rentas, apoyarían una política de redistribución gubernamental
[1].
A partir de aquí podemos inferir que el mero hecho de ser más inteligente es un insulto al “otro”. Para las izquierdas pareciera que estas capacidades dirigidas hacia un ámbito de expresión específico (deportes, artes, y otras habilidades de características intelectuales) son aptitudes adquiridas de forma azarosa por los seres humanos, un error. Para ello creen necesario abolir estas diferencias ya que el hombre no mereció haberlas recibido. Se trataría de una radical y rotunda exterminación de los derechos a disfrutar de los beneficios que producen con el esfuerzo individual y ceder a los “otros”, derechos que pertenecen a un individuo específico, aunque claro está, que muchos no sepan que hacer con ello.
Esta resistencia a la producción individual representa un claro impedimento en el desarrollo de la familia, debido a que la familia siempre ha contribuido a formar en su seno, hijos que puedan superarse hasta llegar a su máxima plenitud, se estaría coartando la posibilidad de todo tipo de ideal de superación.
Si hablamos de que el sistema de libertades individuales limita e incluso elimina la idea del progreso, es porque aún no se ha analizado con un poco de profundidad las ideas de comunitarismo y socialismo en donde al igual que en las “repúblicas” platónicas se
predetermina al individuo a desarrollarse en comunidades cerradas en donde el papel de cada uno estaba establecido desde la cuna a la tumba.
Desgraciadamente, la naturaleza es muy terca y no se puede adaptar a los deseos de los utópicos. Por desagradable que resulte, el 80% de la variabilidad en la inteligencia humana es genética en origen. Cualquier intento político de proveer de la misma igualdad de entornos a los ciudadanos para promover su uniformidad sólo intensificará, como señaló el profesor Richard Herrnstein, dichas diferencias innatas.
[2]
Como de costumbre, la lógica no acompaña a las tesis socialistas. Quizá en un universo paralelo pudieran tener sentido, pero en el nuestro pasan por ser ideas infantiloides cuyos efectos son perversos a la par que ineficaces[3].
Es lamentable tener que exponerlo a estas alturas, pero la ideología de las izquierdas se han remitido a sistemas plegados a etapas muy anteriores en donde la propiedad privada era solo un mito y la escasez, miseria y muerte, eran moneda corriente.
En ese empeño por retornar a la edad en que el hombre se realizaba como tal, el autor del Discurso sobre el origen de la desigualdad ha inspirado tanto a asesinos de la talla de Robespierre, como a los ecologistas, que pretenden reestablecer las condiciones naturales en que vivía el hombre primitivo.
Es sorprendente observar como los pioneros de esta “doctrina” socio-económica y política, retroceden en tiempos impensables, para justificar lo injustificable, aunque quizás deba ser porque sus ideas no se sostienen y muy en el fondo de su ser, estos mismos doctrinarios lo reconocen.
Ser de derechas equivale a temer que lo que existe -el orden establecido, aunque no sea perfecto- acabe destruido por experimentos sociales temerarios. Ser de izquierdas, en cambio, sería tenerle poco apego, ya que no miedo, a lo que existe, y preferir cualquier cambio a la realidad actual.
En Rusia, el gran campeón de la derecha era el Partido Comunista, que se opone a cualquier reforma, mientras que la etiqueta izquierdista le corresponde a los movimientos que aspiran al cambio social, es decir, a los partidarios del capitalismo
[4].
¿Entonces hasta que punto siguen resultando eficaces estas distinciones?
El proteccionismo al que aspiran las “izquierdas” es fácilmente comparable con los métodos intervencionistas del nacionalismo, el apego a las tradiciones familiares y al ejercicio de la violencia en casos en los que signifique una acción necesaria, son “valores” (no gratos) atribuibles a la derecha, sin embargo coinciden pura y claramente con la lógica socialista. Por ello creo necesario plantear nuevas concepciones y delimitar nuevas fronteras que reflejen más claramente, las semejanzas entre ideologías creídas opuestas pero que sometidas al análisis muestran más similitudes que los conocidos hoy día por la mayoría de las personas.
El liberalismo confía en el individuo, en su capacidad de dirigir su propia vida frente al paternalismo autoritario de por sí, clásico de la izquierda y de muchos conservadores.
La adscripción a la izquierda proporciona hoy, así, dos efectos indisolublemente unidos. De un lado, dispensa el “confort moral” de estar con los débiles, las víctimas, los ideales y los buenos sentimientos y contra los poderosos, los agresores, los materialistas, los codiciosos. Del otro, concede la conformidad con las actitudes e ideas más extendidas, y también más agresivamente defendidas
[5].
Las dos facetas ampliamente reconocidas de la ideología socialista son lo que producen una mayor contradicción y una pérdida gradual de credibilidad en la sociedad, más allá de la deficiente teorización que en la práctica ha perdido sentido en más de una oportunidad. Esto ha hecho que muchos “pensadores de izquierda” hayan coincidido en la idea de que se trata de una excelente teoría mal aplicada, como si en lugar de hablar de seres humanos, estaríamos experimentando teorías sobre seres inanimados que no sufren el durante y el después de una utopía mal llevada a cabo.
Estas experimentaciones y otras menciones (entre las cuales aún es necesario seguir mocionando) que fueron expuestas en este breve artículo hacen que se encuentre a la ideología socialista y comunista como instancias primitivas, no aplicables sino en el ejercicio de la violencia, como doctrinas en contra de todo progreso, promulgando el genocidio y erradicación por parte de sus difusores de los pensamientos que promuevan el desarrollo pleno del individuo en tanto persona.
[1] http://www.liberalismo.org/2/
[2] http://www.libertaddigital.com/ilustracion_liberal/articulo.php/646
[3] http://www.libertaddigital.com/ilustracion_liberal/articulo.php/646
[4] http://www.libertaddigital.com/ilustracion_liberal/articulo.php/49
[5] http://www.libertaddigital.com/ilustracion_liberal/articulo.php/598

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